Crónica: Soy Mujer

soy mujer

mírame, estúdiame, criticame,

envídiame si quieres

como quieras pensar eso o no

yo triunfaré

(La India – Soy mujer)

Diferente, el 9 de julio de 2022 sería un día diferente. Soy diferente a las típicas mujeres salseras que suben al escenario y que con mucho vigor crean arte con sus cuerpos.  Mujeres hermosas, delgadas, perfectas que parecen saber exactamente quienes son mientras juegan con el público y transmiten pura feminidad. En general acá se combina calidad de baile con vestimenta que solo cubre una pequeña cantidad de piel.


 En todos estos años no me consideré una mujer de escenario. Quizás por la aversión que sentía imaginándome las miradas masculinas que se deslizarían sobre mi piel medio desnuda. O por pura inseguridad sobre mi propio cuerpo. O quizás por posible falta de capacidad de transmitir al público lo que siento mientras bailo. Amo bailar con cada célula de mi cuerpo y bailando saco todo. No puedo escuchar ni una canción de salsa sin empezar a moverme. Es pura magia, este momento en el que mi mano agarra la de un compañero de baile, acercando nuestros cuerpos sudados, para empezar con nuestros primeros pasos llenos de expectativas.

Entré al edificio y nadie notó nada diferente en mi, porque la verdadera transformación se  encontraba en el bolso que llevaba en el hombro. La primera vez que pisé la pista de baile fue con mis zapatillas. Muchos días considero los tacones una representación de todo lo que anda mal en el mundo, cuando veo a otras mujeres o a mi misma moviéndonos en estos objetos tan incómodos para vernos más bellas. En otras ocasiones estos mismísimos tacones de repente tienen el poder de hacerme sentir más femenina y poderosa. Ese día puse mi fe en encontrarme con el sentimiento de empoderamiento, porque en mi bolso se  encontraban unos tacones negros y bien altos, llenos de diamantes.

Como era de esperar, el cuarto para cambiar y prepararnos era un espacio de unos pocos metros cuadrados con olor a sudor salsero. En el espacio reinaba un ambiente de complicidad en el que varios cuerpos semi desnudos conversaban, se reían y compartían sus preocupaciones mientras se arreglaban. Cuento con poco conocimiento de maquillaje y  dependía completamente de una compañera para convertirme en mi alter ego. Me iba aplicando esta supuesta máscara, capa, por capa, por capa. Mientras me transformaba en aquella mujer de escenario, sentía que crecía. Mi pantaloncito negro corto, el vestido negro, que en mi opinión era más una camiseta larga, con alas rojas en los hombros, el cinturón con diamantes y mis queridos tacones, me hicieron sentir muy fuerte, muy mujer, lista para conquistar el mundo. Todo junto era una visualización de todas las barreras conquistadas y ya no importaban las piernas desnudas ni el posible celulitis.

Así pasó que en ese nueve de julio estaba esperando detrás de la cortina que nos separaba del público hasta que nos introdujeron. Con mi pareja de baile éramos los primeros del grupo en pisar la pista. La adrenalina era omnipresente y logré lucir mis tacones con certeza. Cuando la música empezó, arranqué con las primeras piruetas y mientras la canción se las llevó a mis caderas, bailé como si no hubiera mañana. Recibí el aplauso sintiéndome plena. La mujer del triunfo. Yo no era diferente, yo era yo y los tacones no me controlaban a mi. Era mi voz interna que los mandaba a ellos, que nunca más iba a silenciar.

Vorige
Vorige

Cellulitis is het nieuwe sexy